Bienvenidos a Botellitas Humar
Hola!!
Desde Argentina, queremos que conozcan nuestra colección de más de 2.400 botellitas miniatura, iniciada en Córdoba, Argentina, en la década de los 50, con algunas piezas que ya en ese entonces eran antiguas. Durante casi los últimos 18 años estas botellitas "durmieron" literalmente en cajas. Todas ellas están en su verdadero estado, aun en los casos en que su etiqueta o su contenido han sufrido el paso de los años. En este blog, comentaremos las más curiosas, interesantes o entrañables. Valoramos mucho los comentarios que nos dejen en sus visitas, ya sea aquí en el blog, en nuestra Página Web: http://botellitashumar.jimdo.com o en nuestro Mail: botellitas.humar@gmail.com
sábado, 20 de febrero de 2010
EL CHAMPAGNE
“¡Venid, venid, hermanos, que estoy bebiendo estrellas!”, según se cuenta, dijo Dom Perignon cuando estaba degustando, por primera vez, una copa del vino espumoso por él producido.
El Champagne es un vino que atrae y cautiva a los hombres desde hace muchos años, no sólo con su sabor sino también con la posesión de un valor adicional como ejemplo ritual y simbólico.
Los vinos de Champagne, fueron famosos aun antes de ser espumosos, ya en el siglo IX, se hablaba de los vinos de Epernay. Pero fue en el siglo XVI cuando esos vinos tranquilos se convirtieron en espumosos.
Hasta el reinado de Enrique III (1661-1700) los reyes de Francia bebían vinos de Borgoña. Fue el elegante Enrique quien prefirió el champagne.
Entre las montañas de Remis, en Champagne, existía la Abadía Benedictina de San Pedro de Hautvilliers, no lejos de la ciudad de Epernay.
En 1670, el abad designó a uno de sus monjes para recibir los vinos que los labriegos locales llevaban al Monasterio. Dom Perignon, se había ganado el puesto por su extraordinario gusto y olfato, tal vez reforzados porque había perdido la vista. El se encargaba de clasificar, (previa cata), los vinos que recibía y a su tiempo, embotellarlos. Así observó que si se le añadía algo de azúcar y levadura a un vino “tranquilo” encerrándolo en una botella, podría fermentar por segunda vez, lo cual producía gas carbónico, que quedaba así atrapado en la botella. Cuando al cabo de meses la botella era descorchada, la presión del gas retenido, hacía saltar el vino en jubilosa espuma.
- la botella debió ser de vidrio más grueso que el normalmente usado
- debió adoptar un tapón de corcho en épocas en que la tapa usual era de arpillera o cáñamo embebidos en aceite.
- para evitar que saltase la tapa por la presión del gas, cada botella debió llevar en su boca un “bozal” de alambre de cobre que debe ser quitado para destaparla.
Nuestro agradecimiento a:
Alfredo Spinelli en la Revista “El Coleccionista de Mini Botellas” 1975
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario